El
ciclo artúrico.
Por: Estefanía Barroso Guillén.
La
materia de Bretaña es el nombre dado al conjunto de leyendas de
origen celta que
tiene como figura central al legendario Rey Arturo y a sus
caballeros de la mesa redonda.
Las
obras del ciclo artúrico introdujeron una dimensión sobrenatural y
un simbolismo mágico en el relato. El mérito de sus autores
consistió en integrar las
leyendas célticas,
al ambiente cortesano más simbolismos sobre el paso del paganismo al
cristianismo:
- “La mesa redonda” es una reproducción de la usada por Jesús en la última cena.(Santo Grial: objetivo último de los caballeros del Rey Arturo).
- El Grial, las nuevas normas cristianas.(Santo Grial: objetivo último de los caballeros del Rey Arturo).
- El caballero era un ideal de pureza, para triunfar.
Estas
historias están adscritas para un público cortés y refinado.
De
la obra artúrica voy a destacar el amor entre Ginebra y
Lanzarote.
Su
historia se engloba en la epopeya del ciclo bretón. Se narran los
amores de Lanzarote con la reina Ginebra, esposa del rey Arturo, como
solía ocurrir en el amor cortés, desdeña a su amado y lo somete a
las más crueles pruebas.
Este
amor adúltero será recreado en numerosas ocasiones por la
literatura y las artes.
Duelo
entre caballeros.
Fue
entonces cuando Lanzarote cargó contra Meleagante con gran ira, como
quien mucho lo odiaba, antes de herirle, empero, le dijo en alta y
fiera voz:
-¡Acercaos,
yo os desafío! Y sabed bien que no tendré piedad de vos.
Espolea
entonces su corcel y vuelve atrás un poco a tiro de arco, para tomar
impulso[...]
Lanzarote
no tiene miedo, su esgrima es, por lo menos, dos veces superior a la
de su adversario, pues había aprendido este arte en su infancia.
Ambos
intercambian grandes golpes sobre los escudos y sobre los yelmos
laminados de oro, tanto que los han hendido y abollados. Fuertemente
le apremia Lanzarote: un tremendo golpe le ha cortado el brazo
derecho por más que lo tenía cubierto de hierro, por la zona que el
escudo dejaba al descubierto.
El
caballero de la carretera,Chrétien de Troyes.
Traducción
de Luis Alberto de Cuenca y Carlos García Gual.
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